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Viernes Santo es una de las fechas más significativas del calendario litúrgico de la Iglesia y evidentemente de las celebraciones de la Semana Santa.
En este día que recordamos la muerte de Jesús en la cruz para darnos la vida, el rezo del Via Crucis es una forma de recordar la pasión de Jesús y acompañarle en su sufrimiento hacia el Calvario. A las ocho de la mañana, presidido por el Obispo de la Diócesis Segorbe-Castellón, comienza el rezo del Via Crucis en el interior de la Capilla de la Purísima Sangre.
Las catorce estaciones, que narran la Pasión desde que Cristo es condenado a muerte hasta que es colocado en el sepulcro, es el camino que se hace desde la Capilla hasta la Basílica del Lledó, donde se encuentra la Madre, que en este día llora la muerte de su Hijo.
En el trayecto se encuentran colocadas en el suelo, catorce baldosas de piedra de Borriol en las que están grabadas en números romanos cada una de las estaciones, y junto a estas, otra con la Cruz del Santo Sepulcro.
Los fieles se detienen en cada una de las estaciones, donde se hace una pequeña reflexión sobre cada momento de la Pasión y, tras el rezo de del padrenuestro, se entonan cánticos evocando la Cruz de Jesucristo y el arrepentimiento por el sufrimiento que le hemos causado.
El acto finaliza en el interior de la Basílica con unas palabras del Sr. Obispo a los asistentes.
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 Finalizada la celebración, se procede a la apertura de la urna para la bajada del Cristo Yacente. Los clavarios actuantes trasladan la imagen hasta la “cama” o túmulo colocado delante del altar, recubierto de un terciopelo rojo, sobre éste se encuentra colocado un manto morado también de terciopelo, bordado en oro, sobre el que reposa el Santo Sepulcro. La imagen es depositada con la ayuda de los clavarios entrantes situados en el lado izquierdo del altar.
Las clavariesas actuantes y entrantes cubren la imagen con un velo de tul y encaje. A continuación, con la ayuda de los miembros de la cofradía se eleva la “cama” en la que reposa la imagen del Cristo Yacente y bajo ella pasan multitud de fieles que cada Viernes Santo se congregan en la Capilla y sus alrededores, para venerar la imagen de Jesucristo e implorar su bendición.
Por la tarde, a las cinco, se celebra el Oficio de Adoración de la Cruz. Durante el desarrollo de la celebración litúrgica, son los clavarios los que portan la cruz con la escultura del Cristo Crucificado de Adsuara, mientras que los fieles se acercan para venerarla.
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Finalizado este acto, se dispone todo para comenzar el traslado de las imágenes a la Concatedral de Santa María. En primer lugar, Nuestra Señora de la Soledad, acompañada de los cofrades de la antigua rama de la labranza y precedida por los clavarios propuestos, le sigue la imagen de Nuestro Señor en el Huerto, acompañado de los cofrades de la rama de artesanos o industriales y precedida su imagen por los clavarios entrantes. A continuación las señoras cofrades e invitadas, de negro y con teja y mantilla acompañan a la Virgen Dolorosa, a la que preceden las clavariesas propuestas, entrantes y actuantes, tras el magnífico paso, acompañan a la imagen del Cristo Yacente, los señores invitados y los cofrades de la rama de licenciados. Los clavarios actuantes y el Prior de la Cofradía preceden la imagen del Cristo Yacente, acompañado a ambos lados por cofrades portando ciriales.
Tras la entrada del Santo Sepulcro en la Concatedral, comienza aproximadamente a las ocho y media de la tarde, la procesión del Santo Entierro, con la participación de todas las Cofradías de la Ciudad,Cristo de Medinaceli, Venerable Órden Tercera del Carmen, Hermandad de Paz y Caridad, la de Maria Magdalena y en último lugar, la Muy Ilustre Cofradía de la Purísima Sangre que finaliza su recorrido en la Capilla gremial, momento en el que comienzan los turnos de vela del Cristo Yacente que se prolongarán durante todo el Sábado Santo, hasta el momento en que la Imagen sea depositada nuevamente en la urna.
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